Los adolescentes merecen ser escuchados: por qué las políticas actuales sobre el vapeo no dan en el blanco

A menudo nos encontramos con titulares alarmantes sobre el aumento del vapeo entre adolescentes. Sin embargo, la reacción instintiva de los legisladores tiende a inclinarse hacia más regulaciones o prohibiciones directas de productos que ya son ilegales para menores. Este enfoque es ilógico y pasa por alto por completo a su público objetivo principal: los adolescentes.

Una mirada comparativa a dos países culturalmente similares, Australia y el Reino Unido, ofrece una perspectiva reveladora. Si bien Australia es uno de los países más firmes en su postura antivapeo, el Reino Unido adopta una postura más abierta.

Datos recientes subrayan una sorprendente discrepancia: Australia tiene una tasa de vapeo entre adolescentes más alta que la Reino Unido A pesar de sus estrictas regulaciones, ¿por qué Australia se enfrenta a esta anomalía?

En primer lugar, la psicología de la prohibición juega un papel crucial. Cuando se prohíbe un producto o una acción, naturalmente despierta curiosidad, especialmente entre los adolescentes en una etapa de la vida caracterizada por la rebelión contra la autoridad y las normas sociales. Convertir el vapeo en una "fruta prohibida" aumenta inadvertidamente su atractivo.

Además, las estrictas políticas impulsan el mercado del vapeo a la clandestinidad. Los mercados ilícitos carecen de regulaciones inherentes. No existen verificación de edad ni controles de calidad. ¿El resultado? Los adolescentes pueden acceder fácilmente a productos de vapeo, y lo que obtienen puede ser de calidad cuestionable, lo que representa aún mayores riesgos para la salud.

Un marco regulatorio favorable al consumidor garantiza la disponibilidad de alternativas a la nicotina más seguras para los adultos, evitando la aparición de mercados ilícitos. En países como Australia, la falta de estas alternativas puede desviar inadvertidamente a los adolescentes hacia productos más riesgosos o no regulados.

Sin embargo, el quid de la cuestión no reside únicamente en el vapeo en sí, sino en las razones que impulsan a los adolescentes a hacerlo. Un tema recurrente en numerosas encuestas es la doble motivación: la curiosidad y los desafíos personales en la vida.

Para los responsables políticos, es poco realista pensar que la curiosidad se pueda eliminar mediante leyes. Y si bien las tácticas de intimidación pueden parecer un elemento disuasorio eficaz, exagerar los riesgos puede generar más intriga, no disuasión.

La cuestión más profunda, y quizás la más difícil, que debemos abordar son los desafíos subyacentes que enfrentan los jóvenes de hoy. Un estudio realizado por Universidad de Illinois Se destacó un punto crucial: los adolescentes menos satisfechos con sus vidas tienden a inclinarse hacia conductas de riesgo, incluido el consumo de sustancias. El problema no es que el vapeo sea una puerta de entrada al tabaquismo, sino que las condiciones desfavorables en la vida de un adolescente lo llevan a diversos hábitos de riesgo.

En este contexto, una solución genuina implicaría enfoques holísticos para mejorar la vida de los jóvenes. Una mejor atención sanitaria, sistemas de bienestar robustos, mayores oportunidades educativas y mejores condiciones económicas pueden actuar como barreras protectoras contra conductas de riesgo.

Pero aquí reside la incómoda verdad: reconocer esto exige que los legisladores admitan sus deficiencias a la hora de crear entornos propicios para los jóvenes. Abordar los problemas sistémicos es complejo y exige un compromiso genuino. Es mucho más fácil, aunque ineficaz, culpar a los sabores y al vapeo.

Ya es hora de que el discurso cambie de solo regular productos a comprender y abordar las causas fundamentales que llevan a los adolescentes a vapear. Solo así podremos esperar una disminución real del vapeo entre los adolescentes y garantizar un futuro más saludable para nuestra juventud.

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